José Ángel Inzunza Mendoza
Tijuana, 2 de noviembre de 2018.- Bien analizado el tema, la celebración de Halloween, arraigándose cada vez más en esta frontera, pese a las resistencias de quienes destacan los valores culturales mexicanos de las celebraciones de Día de Muertos, están ligados, de alguna manera, ambos festejos.
La palabra “Halloween” proviene de una contracción del inglés “All Hallows’ Eve”, que traducido al español es “Víspera de Todos los Santos”; desde ahí ya hay una conexión lingüística entre un festejo que se acusa de origen céltico-estadunidense, contra una milenaria cultura mexicoamericana.
En Halloween se sincretizan las fiestas del fin de verano de origen celta llamadas Samhain, que se celebraban las noches del 31 de octubre y 1 de noviembre, como el final de la temporada de cosechas, incluso consideradas esas fechas como el “Año Nuevo Celta”, que comenzaba con la “estación oscura”.
En ese sentido, era considerada tanto una fiesta de transición de un año al otro, como de “apertura al otro mundo”. Los sacerdotes druidas servían como “médiums” “comunicándose” con los antepasados, en espera de ser guiados en esta vida a la vida inmortal, de tal manera que, al igual que en la festividad mexicana de ahora, se decía que los ancestros llegaban en estas fechas a visitar sus antiguos hogares, o las tumbas donde habían sido colocados.
Otra práctica común era la adivinación, que a implicaba comer y beber comidas típicas del lugar, incluso, celebrando banquetes en las tumbas de los antepasados; ¿se nota el parecido entre Halloween y el Día de Muertos mexicano? Aunque duela, hay origen no cristiano y sí mucho de sincretismo cultural.
Respecto del “Trick or treat”, o sea, “truco o trato”, proviene también de la leyenda popular céltica según la cual no solo los espíritus de los difuntos eran libres de vagar por la Tierra entre las noches del 31 de octubre, 1 y 2 de noviembre, sino toda clase de entes procedentes de los reinos espirituales.
Entre esos espíritus, y podría decirse que esta es la diferencia que se marcó posteriormente entre la festividad de Halloween con la del Día de Muertos, se habló de un espíritu terriblemente malévolo que deambulaba por pueblos y aldeas, yendo de casa en casa, pidiendo precisamente “truco o trato”.
La leyenda asegura que lo mejor era hacer trato, sin importar el costo que este tuviera, pues, de no pactar con ese espíritu (al que se llamaría Jack O’ Lantern, como se les conoce ahora a las tradicionales calabazas de Halloween), él usaría sus poderes para hacer “truco”, que consistía en maldecir la casa y a sus habitantes, dándoles toda clase de infortunios, como enfermedades, muerte de ganado con pestes, o hasta incendios de las casas.
Precisamente por eso surgió la idea de crear en las calabazas formas horrendas, para así evitar encontrarse con ese espectro, y se cree que el uso de trajes y máscaras era para ahuyentar a los espíritus malignos, pues, al adoptar la apariencia de uno de ellos, éstos no les harían daño.
Ahora todo eso es una aparente diversión inocente, porque ahora se dice “susto o dulces” o “travesura o dulces”, y en caso de no recibir alguna golosina, les hacen una broma, como arrojar huevos o espuma de afeitar contra la puerta.
Curiosamente el recorrido en busca de golosinas, que proviene de la tradición neerlandesa de la Fiesta de San Martí, tiene en México también la versión denominada “Calaverita”, en la que los niños piden “Me da usted mi calaverita”, en lugar del “truco o trato”, y reciben un dulce con forma de calavera.