* El albergue tiene la misma función que un oasis en un desierto: es fuente de vida en medio de la desolación
* Información proporcionada por vanguardia.com.mx
* Por: Katia Torres
BAJICHE CHIH 31 DE MARZO DE 2014.- Aquí, en la sierra de Chihuahua, hay una Rebelión Tarahumara, o al menos ese es el nombre de la única escuela primaria de esta comunidad que pertenece al municipio de Urique. La primaria “La Rebelión del Tarahumara” es en apariencia una escuela rural normal, sin embargo, no es así.
El plantel está ubicado a un kilómetro de las Barrancas del Cobre, en una de las zonas más marginadas y extremas del País para vivir por sus condiciones económicas y climáticas. Está a seis horas de la capital del estado y recibe a los niños indígenas de cinco comunidades de la montaña, quienes llegan desde el domingo y se quedan ahí hasta el viernes, cuando regresan a sus casas.
Los menores deben sortear veredas y barrancas, a veces también deben caminar por regiones donde se registran temperaturas de hasta menos 10 grados, que lastiman la piel, o por encima de los 30 grados que los cansa antes de llegar al plantel.
El albergue tiene la misma función que un oasis en un desierto: es fuente de vida en medio de la desolación. Ángeles Salmerón, encargada del lugar, señala que el refugio provee de alimentos, un techo y una cama a niños que no pueden acceder a eso cuando viven en sus casas.
Deserción escolar
Este lugar, enclavado en la sierra, no sólo brinda cobijo sino que cubre una necesidad que resulta apremiante ante las condiciones educativas del estado. Chihuahua ocupa el tercer lugar nacional de deserción escolar con 17.57%. Los niños en su mayoría truncan sus estudios por la falta de recursos económicos, el bajo aprovechamiento escolar o por asuntos familiares, según reveló una encuesta de la Secretaría de Educación Pública publicada en noviembre pasado.
En total, el País cuenta con 2 mil 486 albergues escolares indígenas. En Chihuahua hay 67 y “La Rebelión del Tarahumara” se ubica en una de las áreas consideradas con grado de marginación muy alta, por el programa de albergues escolares indígenas de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI).
Esta escuela en la montaña está compuesta por cuatro salones de cuatro por cuatro metros, aproximadamente, a los que asisten 75 niños. A ellos, tres maestras les dan clases bilingües (español-raramuri). La profesora Carolina se encarga de dar las lecciones de primero y segundo, la maestra María de Jesús de tercero y cuarto, mientras que la directora de los grupos de quinto y sexto. También hay otros 17 niños que van a preescolar y son atendidos por la profesora Flora Rojas.
Además, tiene dos dormitorios: uno para niñas y otro para niños. Las habitaciones son oscuras y no tienen luz eléctrica, aunque sí cuentan con bombillos que funcionan gracias a paneles de luz solar. El lugar huele a recién pintado y en una de sus paredes está pegada una cartulina en la que está escrito en español y raramuri, con un marcador negro, el reglamento del dormitorio. La letra desigual deja ver la primera norma: No jugar en el dormitorio / Ke´re pojena gochiliachi pacha.
Los niños duermen en literas y en la época de frío se prende el “calentón”, un especie de hornilla que funciona con leña que traen los padres de familia especialmente en los días que cae nieve. Las instalaciones tampoco tienen tuberías, aunque el agua la recolectan de un pocito que está a 10 metros de la escuela y que después potabilizan con una bomba que el gobierno del estado les regaló hace cinco meses.
Horario ampliado
Los menores tienen un horario de clases de nueve de la mañana a una de la tarde y de tres a cinco de la tarde, aunque su día va de siete de la mañana a ocho de la noche.
A las siete de la mañana los niños deben despertarse para cumplir sus “comisiones”: tender su cama, barrer, asearse y ordenar sus útiles.
Posteriormente, a las ocho de la mañana, desayunan; a las nueve inician las clases. Todos los niños están becados por el CDI, por lo que no pagan nada por su estadía.
Cuando llega la una de la tarde, los niños dejan los salones de clase para ayudar en el comedor y luego comen.
“Tratamos de que su comida sea sana. Les damos sopa, leche, Maizoro, huevo, arroz, caldo de papa, salchichas, cebolla y nopales. De todo”, afirma la encargada de albergue, quien agrega que los insumos los piden a la CDI, que se los proporciona mes con mes y “hasta ahora no nos han fallado”, dice.
Los niños son recibidos desde los tres o cuatro años para estudiar preescolar y hasta los 14 años para 6° de primaria; en caso de enfermarse, son atendidos en la clínica de San Rafael, cuyos costos cubre la CDI.
Los pequeños, después de comer, tienen una hora para jugar en el patio, un espacio terregoso y amplio que se mezcla por un lado con los delgados árboles de la montaña.
En busca de oportunidades; pequeños trabajando
Ernestino tiene 10 años y va en quinto de primaria. Habla muy poco español. Entre lo que puede decir, menciona que tiene tres hermanos, dos más grandes que él, de 16 y 15 años de edad, y otro que tiene ocho años y que también va a “La Rebelión del Tarahumara”. También comenta que su papá se dedica a traer leña y su mamá a hacer tortillas. Cuando está de vacaciones, ayuda a su padre en el trabajo.
Lo que le gusta de la escuela, cuenta, es jugar con sus compañeros a la pelota.
Sergio, de 11 años, otro de los alumnos, cuenta que en vacaciones se va a Los Mochis, Sinaloa, con sus papás a trabajar. Cada año se quedan durante 15 días a cosechar papas y con lo que ganan le compran algo de ropa para regresar a la escuela.
“Los niños siempre regresan de vacaciones, porque les insisto en que es importante que estudien. Muchas veces yo voy a las comunidades a buscar niños para que los inscriban. Muchas veces los papás como que no quieren mandarlos, pero yo los convenzo. Como hablo español y la (lengua) tarahumara, les digo que deben mandar a sus hijos para que ellos sepan defenderse, por si hay algún problema, que ellos sí sepan”, explica la encargada del albergue.
Organización
-La escuela está compuesta por cuatro salones de cuatro por cuatro metros, a los que asisten 75 niños.
-Tres maestras les dan clases bilingües (español-raramuri) a los alumnos.
-Los menores duermen en literas y en la época de frío se prende el “calentón”, un especie de hornilla que funciona con leña que traen los padres.
-El horario va de nueve de la mañana a una de la tarde y de tres a cinco de la tarde.